Epistolario (I)

Londres, 11 de Mayo de 2019.

Querido Eme:

     Málaga ha sido, es probable que sea y será, el amor de mi vida. Y como tal, compartimos experiencias que nos unieron cuando fuimos eternos y que lo hicieron, aún más, cuando nuestra jábega se mecía contra corriente.

     De mis segundas nupcias con aquella ciudad, hoy tan cerca y tan lejos, guardo como oro en paño recuerdos que a más de uno ni fú ni fá, pero que a mí la bolsa o la vida. Y hoy, resulta que hoy, me vienes tú al café del mediodía, con aquello que nos unía como más que amigos: esos diez minutos de nuestros sábados por la mañana, cuando después de (ni siquiera recuerdo qué hacíamos los sábados por la mañana, a no ser que fuese estudiar contigo en alguna biblioteca o hacer excursión a centro ciudad) pero después de, nos acercábamos a ese bar que parecía sacado de una de Berlanga, en aquel barrio con sus aires de pueblo que se alejaba de Málaga y renegaba de ella como ciudad.

     Esta tarde nos he visto en ese bar,  con sus cuatro gatos que como cada sábado discutían de lo mismo, como si los hubiésemos dejado en allí en stand by la semana anterior y retomasen la conversación en lo de a punto de darse puñetazos, cuando ya no les quedaban argumentos. He vuelto a los diez, quince minutos que pasábamos allí y la boca me sabe a cuando nos tomábamos la caña rápida y hacíamos nuestras cábalas para echar la quiniela, negociando los pronósticos con lo que yo creía saber y lo que tú siempre refutabas: por ejemplo que el Numancia de local siempre gana o empata por lo del 133 a.C. y Escipión El Africano; que vaya ofensa no ir con el Málaga, qué más dará contra quién juegue. Fue el año de la Champions, ese que nos eliminó el Borussia Dormund en la vuelta de cuartos, en el último del descuento. Pero aun así, algunos sábados te me distraías con la televisión durante nuestros diez minutos, de reojo, cuando yo no te miraba, porque Fernando Alonso no iba a pasar de la Q2 y qué pena y hay que ver:  que si Vettel otra vez, que si otra vez Hamilton.

     Me he despertado como Alberti: desde el exilio y con nostalgia del mar. Sin nostalgia de Cádiz, pero con mucha de mi último año de carrera, de Málaga; joder cómo os echaba de menos, tenía que escribir para decírtelo.

Un abrazo, Sergio.

     Postdata: Vaya sábado el de aquella semana que dimos doce de catorce en una de Champions.

Acerca de sergiograndelopez

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